Putas

10.02.11 – 00:21 – FRANCISCO CANTALAPIEDRA |

Cuando era pequeño, me daba morbo mirar en el diccionario palabras prohibidas, y una de las que buscaba siempre era puta. Al encontrarla, la descripción era poco esclarecedora: ramera. Así, sin más, de tal forma que pasé la adolescencia yendo de ramera a puta sin saber muy bien lo que era ninguna de las dos, aunque intuyendo que detrás del nombre había cosa. Ahora que sé lo que son (aunque no gaste género) me parece un oficio tan respetable como el de concejal de Vías y Obras, por ejemplo, y me encorajina que de vez en cuando la autoridad se ponga tiquismiquis y haga redadas, sabiendo que donde hay tejas hay copuladoras y que las que salen huyendo de un barrio acabarán en otro. Curiosamente, las rabizas han sido perseguidas en casi todos los regímenes y países, sin que nadie haya conseguido erradicar a un colectivo que alivia muchos pesares y frustraciones. Con la cantidad de rijosos que hay, no me quiero imaginar cómo serían nuestras vidas, y las de nuestros hijos, si no existieran personas dispuestas a cambiar sexo por dinero. Seguro que algunas de ellas lo hacen voluntariamente, pero no me digan que no tiene mérito ponerse en el arcén de la carretera de Renedo a las tres de la mañana esperando que llegue un cliente más salido que el pico de una plancha buscando una puta para aliviarse. O una ramera, que igual ignora que es lo mismo.

Fuente: El Norte de Castilla

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